La crisis del coronavirus ha cambiado la vida de la gente. Rutinas y costumbres fueron modificadas
Martha Zamarripa
La crisis del coronavirus ha cambiado la vida de la gente. Rutinas y costumbres fueron modificadas, los empleos están afectados, al súper se va de pisa y corre, la reclusión aunque voluntaria es agobiante y empieza a ser insoportable.
Después que llegó la fase dos la mirada está puesta en la temida fase tres que de manera exponencial aumentará los casos de contagios y de muertes.
El coronavirus que llegó tarde a México y a América Latina le dio la ventaja de tomar nota para no cometer los errores de los primeros países que no tuvieron referente.
La desventaja es que la pandemia ha sido el “milagro” que los adversarios del gobierno, sin éxito tanto habían buscado. El coronavirus a nivel de pandemia ha puesto a todos a prueba.
México tiene que protegerse del coronavirus y del virus oligárquico infiltrado en la política. Ya no hablan de “peligros para México”. El slogan es otro: “El sexenio ya se acabó”. Así nomás. Como si tuvieran facultad de hacerlo decreto. Decirlo al inicio del segundo año, muestra inquina. Lo repiten los desplazados que co-gobernaban exhibiendo unificación en el mensaje de comunicación que está dividiendo.
Cuando los cambios que el país quería empezaron a darse, la economía que ya estaba estancada, se quedó esperando la inversión privada nacional. Se hizo peor el de por sí escaso margen de maniobra.
Aunque nadie escapa a esta crisis económica mundial en el subdesarrollo afecta más. Nada se gana que mientras el gobierno tomara nota para evitar lo que no dio resultados en la lucha contra el covid-19, el otro virus contra México, un frente divisor, infunda intencional temor entre la población en vez de correr hacia una indispensable tregua.
Lejos de que sean México y los mexicanos el frente común, dispersar que las medidas de la Secretaría de Salud están equivocadas hace daño. Pintar un panorama catastrófico en aras de un interés personal es peligroso. Si no hubiera suficientes hospitales, ni camas, ni personal médico, ni los ventiladores que son hoy un producto de primera necesidad para casos graves y, sujetos a la ley de oferta y demanda, están escasos y se han encarecido, debiera plantear cómo conseguirlos.
Si el gobierno convoca a los mexicanos a quedarse en casa para protegerse del contagio, la contraofensiva advierte lo que por sabido debería callarse: que la gente tendrá hambre y los saqueos no tardan en llegar. En lugar de ayudar, es azuzar al caos.
Calles desiertas de carros y gente y una fila interminable de negocios cerrados, es una parte de la población que atendió el llamado. Unos no pueden dejar de trabajar. Otros creen que el coronavirus es un invento del gobierno.
La primera economía del mundo, en el manejo del coronavirus no pudo ser ejemplo a citar. Estados Unidos es también número uno en casos de contagio al desbancar a China. Esto indica que aunque tenga un país todos los recursos, sin la estrategia correcta los casos se disparan.
Mientras se sienten los efectos de la fase dos, los malquerientes de su propio país, no resisten dejar pasar la oportunidad. Ofensivos desplegados y rápidas encuestas son deplorable prueba de una actitud anti mexicana. Demandar apoyos fiscales y exigir ser atendidos antes que los pobres no es oportuno. No porque no los necesiten sino porque la gravedad de la afectación es la que guía las prioridades.
No se puede dejar toda la tarea al gobierno. La población mucho ayuda cuidándose. Ver por aquellos que no tienen a quien acudir es solidaridad mexicana. Comprar lo que se pueda a la economía informal puede hacer diferencia entre comer o no comer ese día.
Según el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, el mayor número de casos, se esperan a principios de junio y julio. Después vendría una curva descendente que indicaría que van por buen camino. Pero será larga la epidemia, advierte. En agosto y septiembre es seguro que aún estará y es posible que octubre también entre en la fase final.
El gobierno mexicano ha buscado equilibrio entre salud y economía. Cuidar a la gente de contagios sin descuidar la actividad económica. ¿Cómo le harían quienes viven al día que en México son mayoría, setenta millones, si no pueden salir a vender su mercancía?
Al equipo de Salud le correspondió implementar la estrategia, que consiste en administrar el riesgo, como “si se pagara en abonos el riesgo”, dice López Gatell. Se pretende que los inevitables contagios se desfasen para que no lleguen a un mismo tiempo. Buscan reducirlos y evitar que el sistema de salud colapse.
Quizá esta sea la única nación que enfrenta al virus que desune y no se elimina en quince días, es sabotaje de alcance mayor que el coronavirus.
Que nada antes diera resultado para hacer naufragar un programa de gobierno por acabar intereses contrarios al bien común, no justifica usar a la pandemia como arma contra toda una población, es inhumano.
No todos pero algunos se llevaron fuera de México, inversiones que tanta faltan hacen. Como si su nacionalidad no fuera mexicana. Es el capital regateado como revancha porque los intereses personales fueron colocados por debajo del interés nacional.
Si la economía es afectada como va a ocurrir en niveles pocas veces vistos, destruir es lo fácil. Promover caos, abonar a la desestabilización a ver si se logra la ingobernabilidad, es actitud ruin.
Pero son más los que aman a México y lo que menos quieren es que su país sea vulnerado. Mientras algunos trabajan contra México, los ciudadanos se ayudan entre sí, y buscan apoyar a su nación y a su gobierno. No hay ninguno en el mundo que pueda hacer frente solo ante una crisis de esta magnitud. Quizá sea esta una lucha eterna. Pero una mayoría está consciente que se necesita de todos y se pone a favor de la unidad nacional. La división causada por el segundo virus, hoy no es opción. Los mexicanos saben que esto se trata de cuidar al único país que tenemos.
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